19. Desde el momento que se admite la supervivencia del alma o del Espíritu, es
racional admitir la de los afectos, sin la cual las almas de nuestros parientes y amigos nos
serían arrebatados para siempre.
Puesto que los espíritus pueden ir a todas partes, es igualmente racional admitir
que, los que nos han amado durante su vida terrestre, nos aman después de la muerte,
que viven junto a nosotros, que con nosotros desean comunicarse, y que para conseguirlo
se valen de los medios que están a su disposición; esto es lo que confirma la experiencia.
La experiencia prueba, en efecto, que los espíritus conservan los afectos formales
que tenían en la Tierra, que se complacen estando al lado de los que han amado, sobre
todo cuando son atraídos por el pensamiento y por los sentimientos afectuosos que se les
conservan, mientras que son indiferentes con los que también lo son con ellos.