Comunicación con el mundo invisible
22. Admitidas la existencia, la supervivencia y la individualidad del alma, el
Espiritismo se reduce a esta cuestión principal: ¿Son posibles las comunicaciones entre las
almas y los vivientes? Esta posibilidad resulta de la experiencia. Establecidas, como
hechos, las relaciones entre el mundo visible e invisible, conocidas la naturaleza, la causa y
la manera de dichas relaciones, tenemos un nuevo campo abierto a la observación y la
clave de una multitud de problemas, al mismo tiempo que un poderoso elemento
moralizador resultante de la desaparición de la duda respecto del porvenir.
23. Lo que engendra la duda en el pensamiento de muchas personas sobre la
posibilidad de las comunicaciones de ultratumba es la idea falsa que se forman del estado
del alma después de la muerte. Se la imaginan, generalmente, como un soplo, a manera
de humo, como algo vago, apenas apreciable al pensamiento, que se evapora y se va no se
sabe a dónde, pero tan lejos, que cuesta trabajo comprender que pueda volver a la Tierra.
Si, por el contrario, se la considera como un cuerpo fluídico, semimaterial, con el que se
forman un ser concreto, individual, nada tienen de incompatible con la razón sus
relaciones con los vivos.
24. Viviendo el mundo visible en medio del invisible, con el cual está en
perpetuo contacto, resulta que el uno reacciona incesantemente sobre el otro; que desde
que hay hombres hay espíritus, y que sí éstos tienen poder de manifestarse, han debido
hacerlo en todas las épocas y en todos los pueblos. En estos últimos tiempos, sin embargo,
las manifestaciones de los espíritus han adquirido un gran desenvolvimiento y un carácter
de evidente autenticidad, porque entraba en las miras de la Providencia el concluir con la
plaga de la incredulidad y del materialismo por medios de pruebas evidentes, permitiendo
a los que han dejado la Tierra que viniesen a dar testimonio de su existencia y a
revelarnos su situación feliz o desgraciada.
25. Las relaciones entre el mundo visible y el invisible pueden
ser ocultas o
manifiestas o provocadas.
Los espíritus obran sobre los hombres, de una manera oculta, por los
pensamientos que les sugieren y por ciertas influencias, y de una manera
manifiesta, por
efectos apreciables a los sentidos.
Las manifestaciones espontáneas tienen lugar impensadamente y de
improviso;
se producen frecuentemente en las personas más extrañas a las ideas
espiritistas, y que,
por la misma razón, no sabiendo explicárselas, las atribuyen a acusas
sobrenaturales. Las que son provocadas tienen lugar por la mediación de
ciertas personas, dotadas, a este
efecto, de facultades especiales, y que se designan con el nombre de
médiums.
26. Los espíritus pueden manifestarse de muy diferentes maneras: por la vista,
por la audición, por el tacto, por ruidos, por el movimiento de los cuerpos, por la
escritura, por el dibujo, por la música, etc.
27. Los espíritus se manifiestan a veces espontáneamente por ruidos y dando
golpes; para ellos, éstos son, a menudo, medios de atestiguar su presencia y llamar la
atención, absolutamente como una persona hace ruido para avisarnos de su llegada.
Existen espíritus que no se limitan a ruidos moderados, sino que llegan a producir un
estrépito semejante al de la vajilla cuando se rompe, al de las puertas que golpean, o al de
los muebles que derribamos; algunos causan hasta una perturbación real y verdaderos
descalabros.
28. Aunque invisible para nosotros en estado normal, el periespíritu no es una
materia etérea. El Espíritu puede en ciertos casos hacerle experimentar una especie de
modificación molecular, que le hace visible y hasta tangible, y así es como se producen las
apariciones. Este fenómeno no es más extraordinario que el del vapor, que es invisible
cuando está muy rarificado, y que se hace visible cuando está condensado.
Los espíritus que se hacen visibles se presentan casi siempre con las apariencias
que tenían cuando vivos y que pueden hacerlos reconocer.
29. La visión permanente y general de los espíritus es muy rara, pero las
apariciones aisladas son bastante frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte. El
Espíritu libre parece que se da prisa en volver a ver a sus parientes y amigos, como para
advertirles que acaba de dejar la Tierra y decirles que es inmortal. Seleccione cada uno de
sus recuerdos, y se verá cuántos hechos auténticos de este género, que no sabíamos
explicarnos, han tenido lugar, por la noche durante el sueño, así como también en pleno
día y en completo estado de vela. En otro tiempo se miraban estos hechos como
sobrenaturales y maravillosos y se los atribuía a la magia y a la brujería. Actualmente los
incrédulos lo atribuyen a la imaginación; pero desde que la ciencia espiritista ha dado la
clave de los mismos, sabemos cómo se producen y que no salen del orden de los
fenómenos naturales.
30. Con ayuda de su periespíritu obra el Espíritu sobre su
cuerpo físico, también
con el auxilio del mismo fluido se manifiesta obrando sobre la materia
inerte, produce los
ruidos, los movimientos de las mesas, y de los otros objetos que
levantan, derriba o
transporta. Nada tiene de sorprendente este fenómeno, si se considera
que entre las
fuentes más poderosas se encuentran en los fluidos más rarificados y
hasta
imponderables, como el aire, el vapor y la electricidad.
Igualmente con ayuda de su periespíritu, el Espíritu hace escribir,
hablar o
dibujar a los médiums. No teniendo cuerpo tangible para obrar
ostensiblemente cuando
quiere manifestarse, se sirve del cuerpo del médium, apoderándose de sus
órganos, que
hace obrar como si fueran los de su cuerpo, por medio del efluvio
fluídico que sobre ellos
derrama.
por el mismo medio obra el Espíritu sobre la mesa, en el fenómeno
designado
con el nombre de mesas movibles o mesas parlantes, sea para hacerle
mover sin
significación determinada, sea para hacerla dar golpes inteligentes,
indicadores de las
letras del alfabeto, para formar palabras y frases, fenómeno designado
con el nombre de
tiptología. En este caso la mesa no es más que un instrumento del que se
sirve, como el
lápiz para escribir; le da una vitalidad momentánea por el fluido con
que la penetra, pero
no se identifica con ella. Las personas que, conmovidas al ver que se
manifiestan un ser que les es querido, abrazan la mesa, se ponen en
ridículo, porque es lo mismo,
absolutamente, que si abrazan el bastón de que se sirve un amigo para
dar golpes. Otro
tanto decimos de los que dirigen la palabra a la mesa, como si el
Espíritu estuviese
encerrado en la madera o como si ésta se hubiese trocado en Espíritu.
Cuando la mesa se separa del suelo y se columpia en el espacio sin punto
de
apoyo, no la levanta el Espíritu a fuerza de brazos, sino que la
envuelve en una especie de
atmósfera fluídica que neutraliza el efecto de la gravitación, como el
aire lo hace en los
globos y cometas. El fluido de que se halla penetrada le da
momentáneamente mayor
ligereza específica. Cuando permanece como clavada en el suelo, se
encuentra en un caso
análogo al de la campana neumática después de hecho el vacío. Estas no
pasan de ser
comparaciones para demostrar la analogía de los efectos, pero no la
similitud absoluta de
las causas.
Cuando la mesa persigue a alguien, no es el Espíritu quien corre, pues
puede
permanecer sin moverse en el mismo lugar, sino que la impulsa por medio
de una
corriente fluídica, con cuyo auxilio la hace mover a su antojo.
Cuando oímos golpes en la mesa o en otra parte, no golpea el Espíritu ni
con la
mano, ni con objeto alguno, sino que dirige hacia el punto de donde
parte el ruido un
chorro de fluido que produce el efecto de un choque eléctrico. El
Espíritu modifica el
ruido como pueden alterarse los sonidos producidos por medio del aire.
Se comprende por esto que para el Espíritu no es más difícil levantar
una
persona que una mesa, transportar un objeto de uno a otro lugar que
lanzarlo hacia
alguna parte, fenómenos que se producen por la misma ley.
32. Se puede ver por las pocas palabras que producen, que las manifestaciones
espiritistas, cualquiera que sea su naturaleza, no tienen nada de sobrenatural y de
maravilloso. Son fenómenos que se producen en virtud de la ley que rige las relaciones
del mundo visible y del mundo invisible, ley tan natural como la electricidad, de la
gravitación, etc. El Espiritismo es la ciencia que nos da a conocer esta ley, como la
mecánica la del movimiento y la óptica de la luz. Estando en la Naturaleza las
manifestaciones espiritistas, se han producido en todos los tiempos. Conocida la ley que
las rige, nos explica una multitud de problemas considerados irresolubles, y es la clave de
una multitud de fenómenos explotados y amplificados por la superstición.
33. Completamente desvanecido lo maravilloso, estos fenómenos nada tienen
que repugne a la razón, pues vienen a situarse junto a otros fenómenos naturales. En
tiempos de ignorancia, todos los efectos cuya causa no se conocía se consideraban
sobrenaturales. Los descubrimientos de la ciencia han restringido sucesivamente el círculo
de lo maravilloso, y el conocimiento de esta nueva ley viene a anonadarlo. Los que
causan, pues, al Espiritismo de resucitar lo maravilloso, prueban por esa misma acusación
que hablan de una cosa que no conocen.
34. Las manifestaciones de los espíritus son de dos naturalezas: efectos físicos y
comunicaciones inteligentes. Los primeros son fenómenos materiales y ostensibles, tales
como movimientos, ruidos, traslaciones de objetos, etc.; las otras consisten en el cambio
regular de pensamientos por medio de signos, de la palabra, y principalmente por medio
de la escritura.
35. Las comunicaciones que se reciben de los espíritus pueden ser buenas o
malas, exactas o falsas, profundas o ligeras, según la naturaleza de los espíritus que se
manifiestan. Los que demuestran cordura y sabiduría son espíritus adelantados que han
progresado; los que demuestran ignorancia y malas cualidades, son espíritus atrasados
aún, pero que progresarán con el tiempo.Los espíritus no pueden responder más que sobre lo que saben, según su
adelanto, y además sobre lo que les es permitido decir, porque hay cosas que no pueden
revelar, pues no es dado aún a los hombres conocerlo todo.
36. De la diversidad de cualidades y aptitudes de los espíritus resulta que no
basta dirigirse a un Espíritu cualquiera para obtener una respuesta exacta a cualquier
pregunta; porque, sobre muchas cosas, sólo les es lícito dar su opinión personal, que
puede ser exacta o falsa. Si es prudente, confesará su ignorancia acerca de lo que no se
sabe; si es ligero o mentiroso, responderá sobre todo sin preocuparse de la verdad, y si es
orgulloso dará su idea como una verdad absoluta. Por esto dice San Juan Evangelista: No
creáis a todo Espíritu, sino probad si los espíritus son de Dios. La experiencia prueba la
sabiduría de este consejo. Habría, pues, imprudencia y ligereza en aceptar sin
comprobación todo lo que viene de los espíritus. Por esto es esencial el estar instruido
sobre la naturaleza de aquellos con quienes comunicamos: (El Libro de los Médiums,
núm. 267.)
37. Se conoce la calidad de los espíritus por su lenguaje. El de los
verdaderamente buenos y superiores es siempre digno, noble, lógico y exento de
contradicción; respira sabiduría, benevolencia, modestia y la más pura moral, es conciso y
no tiene palabras inútiles. En los espíritus inferiores, ignorantes u orgullosos, la vaciedad
de las ideas está casi siempre compensada por la abundancia de palabras. Todo
pensamiento evidentemente falso, toda máxima contraria a la sana moral, todo consejo
ridículo, toda expresión grosera, trivial o simplemente frívola, toda señal, en fin, de
malevolencia, de presunción o de arrogancia, son signos incontestables de la inferioridad
del Espíritu.
38. Los espíritus inferiores son más o menos ignorantes. Su horizonte moral es
limitado, su perspicacia restringida. A menudo no tienen más que una idea falsa e
incompleta de las cosas; por otra parte, están aún bajo el dominio de las preocupaciones
terrestres, que toman a veces como verdades y por eso son incapaces de resolver ciertas
cuestiones. Pueden inducirnos en error, voluntaria o involuntariamente, sobre lo que
ellos mismos no comprenden.
39. No por esto son esencialmente malos todos los espíritus inferiores; los hay
que sólo son ignorantes y ligeros; otros son chistosos, ingeniosos, festivos y que saben
emplear las chanzas delicadas e incisivas. Al lado de éstos se encuentran, tanto en el
mundo de los espíritus como en la Tierra, todos los géneros de perversidad y todos los
grados de superioridad intelectual y moral.
40. Los espíritus superiores sólo se ocupan de comunicaciones con objeto de
instruirnos; las manifestaciones físicas puramente materiales son en especial de las
atribuciones de los espíritus inferiores vulgarmente designados con el nombre de espíritus
golpeadores, como entre nosotros los ejercicios de fuerza corren a cargo de los
saltimbanquis y no de los sabios.
41. Las comunicaciones con los espíritus deben hacerse siempre con calma y
recogimiento. Jamás debe perderse de vista que los espíritus son las almas de los hombres
y que es inconveniente convertirlas en juguete y objeto de pasatiempo. Si se guarda
respeto a los restos mortales, más se debe guardar aún al Espíritu. Las reuniones frívolas y
ligeras faltan, pues, a un deber, y los que forman parte de ellas deberían pensar que de un
momento a otro pueden entrar en el mundo de los espíritus y que no les sería placentero
verse tratados con tan poca diferencia.
42. Otro punto igualmente esencial que debe considerarse es que
los espíritus
son libres, se comunican cuando quieren, con quien les conviene y
también cuando pueden, porque tienen sus ocupaciones. No están a la
orden y al capricho de cualquiera,
y no es dable a nadie el hacerlos venir a pesar suyo, ni decir lo que
quieren callar, de
modo que nadie puede afirmar que un Espíritu acudirá en un momento
determinado a
su llamamiento, o responderá a tal o cual pregunta. Decir lo contrario,
es demostrar
absoluta ignorancia de los principios más elementales del Espiritismo;
sólo el
charlatanismo tiene adivinaciones infalibles.
43. Los espíritus son atraídos por la simpatía, la semejanza de gustos y caracteres
y por la intención que hace desear su presencia. Como un sabio de la Tierra no
concurriría a una reunión de jóvenes atolondrados, tampoco concurren los espíritus
superiores a las reuniones fútiles. El simple sentido común dice que no puede suceder de
otro modo, o si van a veces es para dar un buen consejo, para combatir los vicios o para
procurar atraer al buen camino; si no son oídos, se retiran. Sería tener una idea
completamente falsa el creer que los espíritus serio pueden complacerse en responder a
futilidades, a preguntas ociosas, que no prueban ni simpatía ni respeto hacia ellos, ni
deseo real de instruirse, y menos aún que puedan venir a ponerse de manifiesto para
recreo de los curiosos. No lo hubiesen hecho durante la vida, y tampoco quieren hacerlo
después de su muerte.
44. La frivolidad de las reuniones da por el resultado el atraer a los espíritus
ligeros, que buscan otra cosa que ocasiones de engañar y mistificar. Por la misma razón
que los hombres graves y serios no van a las asambleas ligeras, los espíritus serios no van
más que a las reuniones serias, cuyo objeto es la instrucción y no la curiosidad. En estas
reuniones es donde se complacen los espíritus superiores en ofrecer su enseñanza.
45. De lo que precede resulta que toda reunión espiritista, para ser provechosa,
debe, como primera condición, ser seria y formal, que todo en ella debe hacerse
respetuosa, religiosamente y con dignidad, si quiere obtenerse el concurso habitual de los
buenos espíritus. No debe olvidarse que si esos mismos espíritus se hubiesen presentado
allí durante su vida, se hubieran tenido con ellos miramientos a que tienen más derecho
después de su muerte.
46. En vano se alega la utilidad de ciertos experimentos curiosos, frívolos y
recreativos para convencer a los incrédulos; por este medio se llega a un resultado opuesto
completamente. El incrédulo, dado ya a burlarse de las creencias más sagradas, no puede
considerar formal aquello de que se hace un recreo, no puede inclinarse a respetar lo que
no se le presenta de una manera respetable, y así recibe siempre una mala impresión de
las reuniones fútiles y ligeras; de aquellas en que no hay ni orden, ni gravedad, ni
recogimiento. Lo que en especial puede convencerle es la prueba de la presencia de seres
cuya memoria le es grata; al oír sus palabras graves y solemnes, y sus revelaciones íntimas,
es cuando se le ve conmoverse y palidecer. Pero por lo mismo que tiene más respeto,
veneración y simpatía hacia la persona cuya alma se le presenta, le choca y se escandaliza
al verla concurrir a una asamblea irrespetuosa, en medio de mesas que danzan y de las
burlas de los espíritus ligeros. Por incrédulo que sea, su conciencia rechaza esa alianza de
lo serio y lo frívolo, de lo religioso y de lo profano, y por eso la califica de fraudulenta, y a
menudo sale menos convencido de lo que había entrado.
Las reuniones de esta naturaleza siempre hacen más mal que bien, porque alejan
de la doctrina más personas que no atraen, sin contar que ofrecen campo a la crítica de
los detractores que encuentran en ellas fundados motivos de burla.
47. Sin razón se convierten en juguete las manifestaciones
físicas. Si no tiene la
importancia filosófica, tiene su utilidad desde el punto de vista de los
fenómenos, porque
son el alfabeto de la ciencia, cuya clave han dado. Aunque menos
necesarias, en la actualidad favorecen aún la convicción de ciertas
personas. Pero en modo alguno
excluyen el orden y la compostura en las reuniones en donde se las
estudia; si siempre
fuesen practicadas de una manera conveniente, convencerían más
fácilmente y
producirían bajo todos los aspectos resultados más favorables.
48. Ciertas personas se forman una idea muy falsa de las evocaciones, y las hay
que creen que consisten en hacer venir a los muertos con el lúgubre aparato de la tumba.
Lo poco que acabamos de decir sobre este particular debe disipar semejante error. Sólo en
la novelas, en los cuentos fantásticos de aparecidos y en el teatro se ve a los muertos
descarnados salir de sus sepulcros, cargados de sudarios y haciendo crujir sus huesos. El
Espiritismo, que nunca ha hecho milagros, tampoco ha hecho éste, y jamás ha pretendido
que reviviese un cuerpo muerto. Cuando éste está en la fosa está definitivamente; pero el
ser espiritual fluídico, inteligente, no ha sido sepultado con su grosera envoltura. Se ha
separado de la misma en el momento de la muerte, y operada la separación, nada tiene
de común con aquélla.
49. La crítica malévola se ha complacido en representar las comunicaciones
espiritistas rodeadas de las prácticas ridículas y supersticiones de la magia y de la
nigromancia. Si los que hablan de Espiritismo sin conocerlo se hubiesen ocupado en
profundizar sobre el tema en cuestión, se hubieran economizado gastos de imaginación o
alegaciones que no sirven más que para probar su ignorancia y su mala voluntad. Para
edificación de las personas extrañas a la ciencia, diremos que para comunicar con los
espíritus no hay ni días, ni horas, ni lugares más propicios los unos que los otros; que
para evocarlos no son necesarias fórmulas sacramentales o cabalísticas, que no son
precisas preparación ni iniciación alguna, que el empleo de todo objeto material, ya para
atraerlos, ya para rechazarlos, no produce resultado, que basta el pensamiento, y en fin,
que los médiums reciben sus comunicaciones tan simples y naturalmente como si fuesen
dictadas por una persona viva y sin salir del estado normal. Sólo el charlatanismo puede
afectar maneras excéntricas y añadir accesorios ridículos.
El llamamiento de los espíritus se hace en nombre de Dios, con respeto y
recogimiento. Esto es lo único que recomienda a las personas formales, que quieren
establecer relaciones con espíritus serios.