De los espíritus
7. Los espíritus no son, como se cree vulgarmente, de creación distinta; son las
almas de los que han vivido en la Tierra o en otros mundos despojados de su envoltura
corporal. El que admite la existencia del alma superviviente al cuerpo, admite por lo tanto
la de los espíritus; negar a éstos equivale a negar aquélla.
8. Vulgarmente nos formamos una idea falsa de los espíritus; no son éstos,
como creen algunos, seres vagos e indefinidos, ni llamas como las de los fuegos fatuos, ni
fantasmas como las de los cuentos de aparecidos. Son seres semejantes a nosotros, que
como nosotros, tienen un cuerpo, pero fluídico e invisible en estado normal.
9. Mientras el alma está unida al cuerpo durante la vida, tiene una doble
envoltura: pesada, grosera y destructible la una, el cuerpo; la otra fluídica, ligera e
indestructible, el periespíritu.
10. Tres cosas, pues, esenciales se cuentan en el hombre:
1º El alma o Espíritu, principio inteligente en quien residen el pensamiento, la
voluntad y el sentido moral; 2º El cuerpo envoltura material, que pone al Espíritu en
relación con el mundo exterior; 3º El periespíritu, envoltura ligera imponderable y que
sirve de lazo intermediario entre el Espíritu y el cuerpo.
11. Cuando la envoltura exterior está gastada y no puede ya funcionar, fallece, y
el Espíritu se despoja de ella, como el fruto se despoja de la cáscara, el árbol de la corteza,
la serpiente de la piel, y para decirlo de una vez, como abandonamos un vestido
inservible: esto es a lo que llamamos muerte.
12. La muerte no es más que la destrucción de la envoltura material, que el alma
abandona como abandona la mariposa su crisálida, conservando, sin embargo, aquélla, su
cuerpo fluídico o periespíritu.
13. La muerte del cuerpo libra al Espíritu de la envoltura material que le adhería
a la Tierra, haciéndole sufrir; una vez desembarazado de esa carga, sólo le queda el cuerpo
etéreo, que le permite recorrer el espacio y franquear las distancias con la rapidez del
pensamiento.
14. La unión del alma, del periespíritu y del cuerpo
material constituye el
hombre; el alma y el periespíritu separados del cuerpo constituyen el
ser llamado espíritu.
Observaciones. El alma es de este modo un ser simple, el Espíritu un ser
doble y el hombre un ser triple. Sería, pues,
más exacto reservar la palabra alma para designar el principio
inteligente, y la palabra Espíritu para el ser semimaterial formado por
aquella y el cuerpo fluídico. Pero como no puede concebirse el principio
inteligente desposeído, completamente, de materia, ni
periespíritu sin estar animado por el principio inteligente, las
palabras alma y Espíritu son, en el uso común, indistintamente
empleadas, cometiéndose la figura que consiste en tomar la parte por el
todo, de la misma que se dice de una ciudad que está poblada
de tantas almas, de un pueblo que se compone de tantos hogares; pero
filosóficamente, es esencial distinguirlas.
15. los Espíritus, revestidos de cuerpo material, constituyen la Humanidad o
mundo corporal visible. Despojados de ese cuerpo, constituyen el mundo espiritual o
invisible que puebla el espacio y en medio del cual vivimos sin sospecharlo, como vivimos
en medio del mundo de los infinitamente pequeños que no sospechábamos antes de la
invención del microscopio.
16. Los espíritus no son, pues, seres abstractos, vagos e indefinidos, sino
concretos y circunscritos; a los cuales, para parecerse a los humanos, sólo les falta ser
visible, de donde se sigue que, si en un momento dado pudiera levantarse el velo que los
oculta a nuestra vista, formarían una verdadera población en torno de nosotros.
17. Los espíritus poseen todas las perfecciones que tenían en la Tierra, pero más
expeditas; porque sus facultades no están contrariadas por la materia, experimentan
sensaciones que nos son desconocidas; ven y oyen cosas que nuestros limitados sentidos
no nos permiten oír ni ver. Para ellos no hay oscuridad, salvo para aquellos cuyo castigo
consiste en vivir temporalmente en tinieblas. Todos nuestros pensamientos repercuten en
ellos, y en ellos leen como en un libro abierto; de modo que lo que podemos ocultar a
alguien mientras vive, no lo podemos en estado de Espíritu. (El Libro de los Espíritu,
núm. 237.)
18. Los espíritus se encuentran en todas partes: están entre nosotros, a nuestro
lado, se codean con nosotros y nos observan sin cesar. Por su continua presencia entre
nosotros, los espíritus son agentes de diversos fenómenos; desempeñando un papel
importante en el mundo moral, y hasta cierto punto en el físico, constituyendo así una de
las potencias de la Naturaleza.
19. Desde el momento que se admite la supervivencia del alma o del Espíritu, es
racional admitir la de los afectos, sin la cual las almas de nuestros parientes y amigos nos
serían arrebatados para siempre.
Puesto que los espíritus pueden ir a todas partes, es igualmente racional admitir
que, los que nos han amado durante su vida terrestre, nos aman después de la muerte,
que viven junto a nosotros, que con nosotros desean comunicarse, y que para conseguirlo
se valen de los medios que están a su disposición; esto es lo que confirma la experiencia.
La experiencia prueba, en efecto, que los espíritus conservan los afectos formales
que tenían en la Tierra, que se complacen estando al lado de los que han amado, sobre
todo cuando son atraídos por el pensamiento y por los sentimientos afectuosos que se les
conservan, mientras que son indiferentes con los que también lo son con ellos.
20. El Espiritismo tienen por objeto la comprobación y estudio de la
manifestación de los espíritus, de sus facultades, de su situación feliz o desgraciada y de su
porvenir: en una palabra, el conocimiento del mundo espiritual. Comprobadas esas
manifestaciones, dando por resultado la prueba irrecusable de la existencia del alma, de
su supervivencia al cuerpo, de su individualidad después de la muerte, es decir, de la vida
futura, siendo por lo mismo la negación de las doctrinas materialistas, no por
razonamientos, sino por hechos.
21. Idea bastante generalizada entre las personas que no conocen
el Espiritismo
es la de creer que los espíritus, por el mero hecho de estar despojados
de la materia,
deben saberlo todo y poseer la suprema sabiduría. Este es un grave
error.
No siendo los espíritus más que las almas de los hombres, éstas no
adquieren la
perfección por desprenderse de su envoltura terrestre. Sólo con el
tiempo se realiza el
progreso de los espíritus, y sólo desprendiéndose sucesivamente de sus
imperfecciones adquieren los conocimientos que les faltan. Tan ilógico
sería admitir que el espíritu de un
salvaje o criminal se convierta de repente en sabio y virtuoso, como
contrario a la justicia
de Dios el creer que permanecerá perpetuamente en su inferioridad.
De la misma manera que existen hombres de distintos grados de saber y de
ignorancia, de bondad y de perversidad, también hay espíritus. Los hay
que se contentan
con ser ligeros o traviesos, otros mentirosos, engañadores, hipócritas,
perversos,
vengativos; mientras otros, por el contrario, poseen las virtudes más
sublimes y un grado
de saber desconocido en la Tierra. Esta diversidad de calidad de los
espíritus es uno de los
puntos más dignos de consideración; porque explica la buena o mala
naturaleza de las
comunicaciones recibidas. En establecer esta distinción debemos
especialmente
empeñarnos. El Libro de los espíritus, núm. 100, “Escala espiritista”;
El Libro de los
Médiums, cap. 24.)