Buena o mala voluntad de los espíritus para convencer
V. –Los espíritus, sin embargo, deben desear hacer prosélitos, ¿Por qué no se
prestan más de lo que lo hacen, a los medios de convencer a ciertas personas, cuya
opinión sería de gran influencia?
A. K. –Es que aparentemente y por ahora no están dispuestos a convencer a
ciertas personas, cuya importancia no reputan tan grande como ellas mismas se figuran.
Esto es poco lisonjero, convengo en ello, pero nosotros no gobernamos la opinión de
aquéllos. Los espíritus tienen un modo de juzgar las cosas que no es siempre igual al
nuestro; ven, piensan y obran contando con otros elementos; mientras que nuestra vista
está circunscrita por la materia limitada por el círculo estrecho, en cuyo centro nos
encontramos, los espíritus abrazan el conjunto; el tiempo, que tan largo nos parece, es
para ellos un instante; la distancia, un paso; ciertos pormenores, que nos parecen a
nosotros de suma importancia, son puerilidades a sus ojos, juzgando por el contrario,
importantes ciertas cosas cuya conveniencia nos pasa desapercibida. Para comprenderlos,
es preciso elevarse con el pensamiento por encima de nuestro horizonte material y moral,
y colocarnos en su punto de vista. No es e ellos a quienes corresponde descender hasta
nosotros, sino nosotros elevarnos hasta ellos, y a esto es a donde nos conducen el estudio
y la observación.
Los espíritus aprecian a los observadores asiduos y concienzudos, para quienes
multiplican los raudales de luz. No es la duda producida por la ignorancia la que les aleja,
es la fatuidad de esos pretendidos observadores que nada observan, que pretenden
ponerles en el banquillo y hacerles maniobrar como a títeres, y sobre todo el sentimiento
de hostilidad y de denigración que alimentan, sentimiento que está en su pensamiento,
cuando no se revela en sus palabras. Nada hacen por ello los espíritus y se ocupan muy
poco de lo que pueden decir o pensar, porque a éstos también les llegará su día. He aquí
por qué he dicho que no es la fe lo que se necesita, sino buena fe.