Sobre la formación de grupos y sociedades espiritas.
En varías localidades me solicitaron consejos para la formación de grupos espíritas. Tengo poco que decir a este respecto, además de lo que ya está contenido como instrucción en El Libro de los Médiums. Agregaré apenas unas pocas palabras.
La primera condición es, sin duda, constituir un núcleo de personas serias, por más limitado que sea su número. Cinco o seis personas, si son esclarecidas, sinceras e imbuidas por las verdades de la Doctrina y unidas por la misma intención, valen cien veces más que una multitud de curiosos o indiferentes. Seguidamente, sus miembros fundadores deben redactar un reglamento que se convertirá en ley para todos los adherentes.
Ese reglamento será muy simple, pues apenas deberá contener los puntos que tiendan a mantener la disciplina interior, dado que solamente las sociedades numerosas y regularmente constituidas son las que establecerán en forma específica las particularidades. Cada grupo, pues, puede confeccionar ese reglamento como lo desee. No obstante, a los efectos de brindar una facilidad y lograr coherencia al mismo, en las últimas páginas de esta obra ofrezco un modelo que podrá ser modificado conforme a las circunstancias y las necesidades propias de cada grupo. En todo, el objetivo fundamental que se persiga debe ser el recogimiento, la conservación del orden más perfecto y la exclusión de toda persona que no esté animada de intenciones serias o pueda constituirse en motivo de perturbación. Esa es la razón de la severidad que deberá ser prescripta a los nuevos miembros a ser admitidos en el futuro. No creáis que esa severidad pueda ser nociva a la propagación del Espiritismo. (Muy por el contrario) Las reuniones serias son las que hacen más prosélitos. Las reuniones frívolas, que son conducidas sin ningún orden ni dignidad, y en las cuales el primer curioso que se presenta puede manifestar sus humoradas, no inspiran ni atención ni respeto y de ellas los incré- dulos salen menos convencidos que al entrar. Estas reuniones son la alegría de los enemigos del Espiritismo; en cambio las otras son su preocupación, y yo conozco gente que todo lo daría por ver multiplicadas las primeras y desaparecidas la totalidad de las demás. Felizmente es lo contrario lo que ocurre. Es preciso tener en cuenta, además, que el deseo de ser admitido en las reuniones serias aumenta en razón de las dificultades mencionadas. En cuanto a la difusión doctrinaria, ella no se procesa en la medida de la admisión de los asistentes -quienes, por lo general, no se convencen en una o dos sesiones- sino por el estudio previo y por la conducta de los miembros fuera de las reuniones.
Excluir a las mujeres de las reuniones sería menoscabar su capacidad de juzgamiento que, la verdad sea dicha, sin intención de lisonja, muchas veces lleva ventaja sobre la de muchos hombres, entre los cuales incluiríamos hasta ciertos críticos intelectualizados. La presencia de señoras exige una observación más rigurosa de las costumbres de urbanidad y modifica una cierta displicencia común en las reuniones exclusivas de los hombres. Por lo demás, ¿por qué habríamos de privarlas de la influencia moralizadora del Espiritismo? La mujer sinceramente espírita podrá ser una buena esposa, una buena hija, una buena madre. Por exigencia de su propia condición ella tiene, muchas veces, más necesidad de las sublimes consolaciones del Espiritismo, las que la convertirán más fuerte y resignada frente a las pruebas de la vida. Por otra parte, ¿no se sabe que los Espíritus sólo tienen sexo al encarnar? Si la igualdad de los derechos de la mujer y del hombre debe ser reconocida, con mayor razón ella debe ser respetada entre los espíritas, pues es certero afirmar que la propagación del Espiritismo apresurará inevitablemente la abolición de los privilegios que el hombre se autoconcedió por el solo hecho de más fuerte. El advenimiento del Espiritismo ha de señalar la era de la emancipación legal de la mujer.
Tampoco debéis recelar de la admisión de los jóvenes. La gravedad de la asamblea espírita beneficiará sus caracteres. Ellos se tornarán más serios y, en el momento propicio, mediante la enseñanza de los buenos Espíritus, podrán adquirir la fe viva en Dios y en el futuro, el sentimiento de los deberes de familia que los llevará a ser más dulces y respetuosos, a la vez que atemperará la efervescencia de sus pasiones.
En cuanto a las formalidades legales, no existe en Francia establecida ninguna, siempre que las reuniones no se realicen con más de veinte personas. Las reuniones regulares y periódicas que cuenten con un número mayor al señalado deben ser autorizadas, y ello a pesar de la tolerancia -que no puede ser tenida por un derecho- que la mayoría de los grupos espiritas goza en razón de su carácter pacífico, exclusivamente moral y, por sobre todo, teniéndose en cuenta que no constituyen asociaciones mediante el nucleamiento de afiliados. No obstante, en cualquier circunstancia los espiritas deben ser los primeros en dar el ejemplo de sumisión a las leyes, cumplimentándolas cuando ello corresponda.
Hace algún tiempo se vienen constituyendo algunos grupos que tienen un especial carácter y cuya multiplicación entusiasta queremos destacar. Son los denominados grupos de enseñanza. Ellos se ocupan poco o nada de las manifestaciones. Todo su interés se vuelca a la lectura y la explicación de El Libro de los Espíritus, El Libro de los Médiums y de artículos de la Revista Espírita. Algunas personas animosas reúnen con ese objetivo a un cierto número de oyentes con el fin de evitarles las dificultades de la lectura o del estudio en aislamiento. Aplaudimos de todo corazón esa iniciativa que, confiamos, ha de contar con imitadores que ayuden a desarrollar y producir los mejores resultados. Para esa actividad no se tiene necesidad de ser orador o profesor, pues se trata de una lectura, como en familia, seguida de explicaciones sin pretensiones desde el punto de vista de la elocuencia, pero que están al alcance de todas las gentes.
Sin hacer de ello una norma obligatoria, muchos grupos tienen por hábito iniciar las sesiones con la lectura de algunos pasajes de El Libro de los Espíritus o de El Libro de los Médiums. Seríamos muy felices de ver esa práctica adoptada por la generalidad, dado que ella tiene por objetivo el despertar la atención por los principios que podrían ser mal comprendidos o pasar desapercibidos. En tales casos es beneficioso que los dirigentes o los presidentes de los grupos preparen con anticipación los pasajes que han de constituir el tema de la lectura, a fin de armonizar esa selección con las circunstancias.
No debe causar extrañeza o incomprensión que yo indique esas obras como básicas para el estudio, una vez que son las únicas en que la Ciencia Espírita se encuentra analizada en todas sus facetas y de una forma metódica. Con todo, habría de juzgar mal quien me supusiese exclusivo al punto de rechazar otras obras, entre las cuales muchas merecen la simpatía de los buenos Espíritus. Por lo demás, en un estudio integral es preciso examinar todo, aun aquello que es malo. Considero muy interesante también la lectura de las críticas, para de ellas resaltar el vacío y la ausencia de lógica: en ellas jamás se encuentra una afirmación capaz de conmover la fe de un espírita sincero; por el contrario, la fortalecen, dado que muchas veces ya la hicieron nacer en el corazón de los incrédulos que se dieron al trabajo de compararlas. Lo mismo se puede decir de ciertas obras que, si bien fueron escritas con una finalidad noble, no por eso dejan de contener errores manifiestos o excentricidades que es necesario poner al descubierto.
Existe otro hábito cuya adopción nos parece extremadamente útil: es el de que cada grupo recoja y pase en limpio las comunicaciones recibidas con el fin de recurrir a ellas en caso de necesidad. Los Espíritus que ven sus enseñanzas relegadas al olvido se decepcionan, por lo que en breve lapso abandonan al grupo. Es también muy útil que se haga una selección especial, bien redactada y clara, de las comunicaciones más bellas e instructivas, releyendo algunas de ellas en cada sesión con el fin de sacarles mayor provecho.