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EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO > CAPÍTULO XXVIII - Colección de oraciones espiritistas > 1. - ORACIONES GENERALES > Reuniones espiritistas > 5
5. Prefacio. Estar reunidos en nombre de Jesús, no quiere decir que basta estar reunidos materialmente, sino espiritualmente por la comunión e intención de pensamientos para el bien; entonces Jesús se encuentra en la reunión, o uno de los espíritus puros que le representan. El Espiritismo nos enseña de qué modo los espíritus pueden estar entre nosotros. Se presentan con su cuerpo fluídico espiritual y con la apariencia que nos los haría reconocer si se hicieran visibles. Cuanto más elevada su jerarquía, tanto más grande es su poder y radiación; así es que poseen el don de ubicuidad, y por lo mismo, pueden encontrarse en diferentes puntos simultáneamente: basta para ello un destello de su pensamiento.
Por aquellas palabras Jesús quiso manifestar el efecto de la unión y de la fraternidad: no es el mayor o menor número lo que le atrae, puesto que, en vez de dos o tres personas, hubiera podido decir díez o veinte sino el sentimiento de caridad que anima a los unos y a los otros; pues para esto, basta que haya dos. Pero si estas dos personas ruegan cada una por su lado, aun cuando se dirijan a Jesús, no hay entre ellas comunión de pensamientos, sobre todo si no están movidas por un sentimiento de benevolencia mutua, si se miran también con prevención, con odio, envidia o celos, las corrientes fluídicas de sus pensamientos se rechazan en lugar de unirse con mucha simpatía, y entonces "no están unidas en nombre de Jesús"; Jesús sólo es el pretexto de la reunión y no el verdadero móvil. (Capítulo XXVII, núm. 9).
Si El dijo: "Vendré por cualquiera que me llamare", eso no implica el que sea sordo a la voz de una sola persona; es que exige, ante todo, el amor al prójimo, del que se pueden dar más pruebas cuando son muchos que estando en el aislamiento, porque entonces todo sentimiento personal lo aleja; de todo esto se desprende, que si en una reunión numerosa, dos o tres personas solamente se unen de corazón por el sentimiento de una verdadera caridad, mientras que los otros se aislan y se concentran en sus pensamientos egoístas y mundanos, él estará con los primeros y no con los otros. No es, pues, la simultaneidad de palabras, de cantos, o de actos exteriores lo que constituye la reunión en nombre de Jesús, sino la comunión de pensamientos conformes al espíritu de caridad personificado en Jesús. (Cap. X, núms. 7 y 8. - Cap. XXVII, números 2, 3 y 4).
Tal debe ser el carácter de las reuniones espiritistas formales, en las que se espera sinceramente el concurso de los buenos espíritus.
Por aquellas palabras Jesús quiso manifestar el efecto de la unión y de la fraternidad: no es el mayor o menor número lo que le atrae, puesto que, en vez de dos o tres personas, hubiera podido decir díez o veinte sino el sentimiento de caridad que anima a los unos y a los otros; pues para esto, basta que haya dos. Pero si estas dos personas ruegan cada una por su lado, aun cuando se dirijan a Jesús, no hay entre ellas comunión de pensamientos, sobre todo si no están movidas por un sentimiento de benevolencia mutua, si se miran también con prevención, con odio, envidia o celos, las corrientes fluídicas de sus pensamientos se rechazan en lugar de unirse con mucha simpatía, y entonces "no están unidas en nombre de Jesús"; Jesús sólo es el pretexto de la reunión y no el verdadero móvil. (Capítulo XXVII, núm. 9).
Si El dijo: "Vendré por cualquiera que me llamare", eso no implica el que sea sordo a la voz de una sola persona; es que exige, ante todo, el amor al prójimo, del que se pueden dar más pruebas cuando son muchos que estando en el aislamiento, porque entonces todo sentimiento personal lo aleja; de todo esto se desprende, que si en una reunión numerosa, dos o tres personas solamente se unen de corazón por el sentimiento de una verdadera caridad, mientras que los otros se aislan y se concentran en sus pensamientos egoístas y mundanos, él estará con los primeros y no con los otros. No es, pues, la simultaneidad de palabras, de cantos, o de actos exteriores lo que constituye la reunión en nombre de Jesús, sino la comunión de pensamientos conformes al espíritu de caridad personificado en Jesús. (Cap. X, núms. 7 y 8. - Cap. XXVII, números 2, 3 y 4).
Tal debe ser el carácter de las reuniones espiritistas formales, en las que se espera sinceramente el concurso de los buenos espíritus.