EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

Usted esta en: EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PRIMERA PARTE > CAPÍTULO VI - Doctrina de las penas eternas > Imposibilidad material de las penas eternas > 18
18. Hasta aquí, el dogma de la eternidad de las penas no ha sido combatido sino por el raciocinio. Vamos a ponerlo en contradicción con los hechos positivos que tenemos a la vista, y a probar su imposibilidad.


Según este dogma, la suerte del alma queda fijada irrevocablemente después de la muerte. Es, pues, un juicio definitivo opuesto al progreso. ¿Pero el alma progresa, sí o no? En esta pregunta se resume toda la cuestión. Si progresa, la eternidad de las penas es imposible.


¿Puede dudarse de este progreso, cuando se ve inmensa variedad de aptitudes morales e intelectuales que existe en la Tierra, desde el salvaje hasta el hombre civilizado, y la diferencia que presenta un mismo pueblo de un siglo a otro? Si se admite que no son éstas las mismas almas, es preciso admitir también que Dios crea las almas en todos los grados de adelanto, según los tiempos y los lugares. Que favorece a las unas mientras que destina a las otras a una inferioridad perpetua, lo que es incompatible con la justicia, que debe ser la misma con todas las criaturas.